Abres tu boca para que un susurro caiga por su propio peso en mi oído
-Ven conmigo-
Lo saboreo y sonrío mientras juego con la idea de actuar como si no hubiese caído o se hubiese quedado por el camino.
-ven conmigo- esta vez le ayudas empujándole con la lengua, que titubea por miedo a despertarme.
El susurro me presta la sensación del tacto de tu lengua, y me hago un ovillo para calmar el vértigo de mi tripa.
El movimiento le da un golpe a tu pecho que vibra como un gong por tu impaciencia.
-ven conmigo- dejas salir de tu garganta, aplacando el sonido con tu respiración nerviosa.
No puedo evitar reírme al recibir el mensaje.
Renuncias a despertarme y me lo sellas en la piel con un beso.
-¿a donde?- y sin dejar que la respuesta salga de mi boca.
Me dices: a donde quieras